lunes, 21 de septiembre de 2009

Vigilia


Recostada sobre la cama, me puse a pensar en él. La verdad, ni siquiera había escuchado su voz, de alguna forma sabía que lo conocía pero por más que lo intenté, no pude recordar quien era. Me pasé horas y horas buscando su imagen en mi mente en alguna otra ocasion y no pude hacerlo. Busqué entre amigos de la infancia, compañeros de la escuela, algún conocido, familiares lejanos, gente que conocía por alguna situación y no había vuelto a ver y aún así no pude recordarlo. Cuando me dí cuenta, ya eran casi las 4 de la mañana. No había podido dormir y la verdad es que no tenía sueño. Entonces me levanté y me preparé un té, con la taza caliente entre mis manos, me asomé por la ventana, que dejaba ver una luz apagada en la esquina de la casa y hacía que las piedras de la calle brillaran tenuemente. Voltee el sillón para que viera hacia afuera y me tapé con una cobija. No me di cuenta de cuándo me quedé dormida, hasta que el sol me daba en la cara y me despertó. debían ser ya como las 11 de la mañana, me levanté y me arreglé para salir a comprar, esta vez era mas pretexto que por necesidad, así que tomé mi canasta y me fui directo hacia la tienda de Doña Carmen. Cuando llegué había algunas señoras pagando por lo que l lugar se quedó a solas, pedí manzanas verdes y mientras las pesaban, le pregunté a Doña Carmen si sabía quién era el chico que me había ayudado con las naranjas el día anterior.

-¿Un muchacho dices? Entonces, ¿En eso estabas pensando? Con razón estabas tan distraida, quien te ayudó fue Bety, la hija del dueño de la cafetería que está cruzando la plaza.

-¿Bety?, no Doña Carmen, ayer que se me cayeron las naranjas, un chico me ayudo a recogerlas.

-Si niña, te ayudaron, pero no fue un muchacho, era Bety.

Pagué mis manzanas y dí las gracias. No podía ser cierto, yo lo ví, era un hombre que conocía pero no recordaba, sentí su piel cuando me ayudó, y de alguna u otra forma debía recordar quién era el.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Encuentro


Ese día estaba comprando frutas en el puesto de Doña Carmen, mientras pesaban algunas naranjas, voltee la mirada para ver a los transeuntes del otro lado de la calle, en la plazita del pueblo. Lo recuerdo perfectamente: Un niño en bicicleta empujó a una chica que iba del brazo de su novio, el cual se molestó y gritó algo al niño que se alejaba lo mas rápido que podía, una viejita llevaba a penas sus compras en una pesada canasta, de la cual sobresalían las hojas de unas zanahorias, cubiertas por una tela algo vieja pero de un blanco brillante. De la fuente brotaba agua y los niños jugaban alrededor con la brisa que el viento producía y de pronto todo dejó de tener importancia; lo vi caminando por la orilla de la plaza, se detuvo a esperar que pasara un auto y continuó su camino. Debido a que estaba ya en la misma acera que yo, en la calle tan llena de gente, no pude verlo más, pero definitivamente sentía que lo había visto antes: una cara así no la podía olvidar, sin embargo, el recuerdo estaba borroso en mi mente, como si hubieran pasado muchos años desde la vez que lo vi.

Doña Carmen me veía divertida, estirando la mano para que le diera mi canasta para poner ahi las naranjas, diciendome como siempre lo distraida que era. Sonreí mientras me daba cuenta de que habia dejado el monedero en el fondo de la canasta ahora casi llena de naranjas. Recargue la canasta entre mi muslo y el borde de la mesita para intentar sacar mi monedero cuando tiré unas cuantas naranjas que se fueron rodando por la acera. Puse la canasta en el piso para seguir la naranja que rodaba mas lejos cuando una mano la detuvo -Gracias, muchas gracias - dije a quien amablemente me ayudo a levantar la naranja, al levantar la vista me di cuenta de que era el. Me quedé parada hasta que su mano cálida tocó la mia para entregarme la naranja. Me sonrió y en cuestion de segundos se dió la vuelta para seguir su camino.

Mientras, Doña Carmen se reía con otra clienta de mi continua falta de atención que me provocaba los accidentes mas graciosos cuando visitaba su tienda. Finalmente pude sacar el monedero, pagué y caminé a casa con la imagen de aquel aun en la mente.

¿Lo conozco?

sábado, 12 de septiembre de 2009

Alone Again


Mi deseo va más allá de unos meses o unos años, tengo conmigo un amor incansable que me ha hecho muy feliz y también me ha dejado vulnerable a los pies de quien amo, sometida a sus deseos y con la unica esperanza de que quiera darme lo que necesito.

Ya estoy cansada de llorar y mis ojos están hinchados, pesan y se cierran porque ellos y yo sabemos que a veces cegarse es la forma menos dolorosa se sobrellevar el dolor.

Tantas, tantas veces me he prometido a mi misma que sería fuerte y aprendería a estar sola y la misma cantidad de veces he fallado, por el deseo de estar entre unos cálidos brazos que me protegen y por escuhar una voz que me diga que soy Nescesaria.

Dicen que un miserable solo será feliz con alguien más miserable y yo aunque lo soy deseo tener algo más porque no soy capaz de ser apoyo para nadie mas si no puedo siquiera pararme con mis propios pies.


Maid in Gold


Una sirvienta quiere hacerse pasar por princesa, al encontrar a su principe encuentra doloroso saber que todas las riquezas que se le puedan dar no la harán ser una princesa, no será un poco más valiosa y su naturaleza de servir y estar bajo las ordenes del otro es todo lo que sabe hacer. Triste para ella saber que el príncipe de sus sueños merece algo mejor de lo que ella podría ofrecer, incluso su vida es mucho menos valiosa de lo que el pueda llegar a pensar.

Príncipe, tu princesa falsa, esa que amas no vle lo que tu amor te ha hecho creer, es una sirvienta vestida de oro, en finas telas y de cara sonriente que llora en las noches sabiendo que la cama que ocupa no es su hogar.