Recostada sobre la cama, me puse a pensar en él. La verdad, ni siquiera había escuchado su voz, de alguna forma sabía que lo conocía pero por más que lo intenté, no pude recordar quien era. Me pasé horas y horas buscando su imagen en mi mente en alguna otra ocasion y no pude hacerlo. Busqué entre amigos de la infancia, compañeros de la escuela, algún conocido, familiares lejanos, gente que conocía por alguna situación y no había vuelto a ver y aún así no pude recordarlo. Cuando me dí cuenta, ya eran casi las 4 de la mañana. No había podido dormir y la verdad es que no tenía sueño. Entonces me levanté y me preparé un té, con la taza caliente entre mis manos, me asomé por la ventana, que dejaba ver una luz apagada en la esquina de la casa y hacía que las piedras de la calle brillaran tenuemente. Voltee el sillón para que viera hacia afuera y me tapé con una cobija. No me di cuenta de cuándo me quedé dormida, hasta que el sol me daba en la cara y me despertó. debían ser ya como las 11 de la mañana, me levanté y me arreglé para salir a comprar, esta vez era mas pretexto que por necesidad, así que tomé mi canasta y me fui directo hacia la tienda de Doña Carmen. Cuando llegué había algunas señoras pagando por lo que l lugar se quedó a solas, pedí manzanas verdes y mientras las pesaban, le pregunté a Doña Carmen si sabía quién era el chico que me había ayudado con las naranjas el día anterior.
-¿Un muchacho dices? Entonces, ¿En eso estabas pensando? Con razón estabas tan distraida, quien te ayudó fue Bety, la hija del dueño de la cafetería que está cruzando la plaza.
-¿Bety?, no Doña Carmen, ayer que se me cayeron las naranjas, un chico me ayudo a recogerlas.
-Si niña, te ayudaron, pero no fue un muchacho, era Bety.
Pagué mis manzanas y dí las gracias. No podía ser cierto, yo lo ví, era un hombre que conocía pero no recordaba, sentí su piel cuando me ayudó, y de alguna u otra forma debía recordar quién era el.