Ese día estaba comprando frutas en el puesto de Doña Carmen, mientras pesaban algunas naranjas, voltee la mirada para ver a los transeuntes del otro lado de la calle, en la plazita del pueblo. Lo recuerdo perfectamente: Un niño en bicicleta empujó a una chica que iba del brazo de su novio, el cual se molestó y gritó algo al niño que se alejaba lo mas rápido que podía, una viejita llevaba a penas sus compras en una pesada canasta, de la cual sobresalían las hojas de unas zanahorias, cubiertas por una tela algo vieja pero de un blanco brillante. De la fuente brotaba agua y los niños jugaban alrededor con la brisa que el viento producía y de pronto todo dejó de tener importancia; lo vi caminando por la orilla de la plaza, se detuvo a esperar que pasara un auto y continuó su camino. Debido a que estaba ya en la misma acera que yo, en la calle tan llena de gente, no pude verlo más, pero definitivamente sentía que lo había visto antes: una cara así no la podía olvidar, sin embargo, el recuerdo estaba borroso en mi mente, como si hubieran pasado muchos años desde la vez que lo vi.
Doña Carmen me veía divertida, estirando la mano para que le diera mi canasta para poner ahi las naranjas, diciendome como siempre lo distraida que era. Sonreí mientras me daba cuenta de que habia dejado el monedero en el fondo de la canasta ahora casi llena de naranjas. Recargue la canasta entre mi muslo y el borde de la mesita para intentar sacar mi monedero cuando tiré unas cuantas naranjas que se fueron rodando por la acera. Puse la canasta en el piso para seguir la naranja que rodaba mas lejos cuando una mano la detuvo -Gracias, muchas gracias - dije a quien amablemente me ayudo a levantar la naranja, al levantar la vista me di cuenta de que era el. Me quedé parada hasta que su mano cálida tocó la mia para entregarme la naranja. Me sonrió y en cuestion de segundos se dió la vuelta para seguir su camino.
Mientras, Doña Carmen se reía con otra clienta de mi continua falta de atención que me provocaba los accidentes mas graciosos cuando visitaba su tienda. Finalmente pude sacar el monedero, pagué y caminé a casa con la imagen de aquel aun en la mente.
¿Lo conozco?
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